viernes, junio 26, 2009

Todos mueren, pocos realmente viven



para Eve Gil, reina de mis sueños y de mis lágrimas




Apunta a vuelo de ave este hereje algunas reflexiones respecto al quehacer artístico, conmocionado por la muerte de un verdadero artista: MJ

1. MJ, centro de los denuestos de los infaltables naquérrimos mediocres. Repetir aquí los cuestionamientos a su cordura es parecido a extrañarse del deslumbramiento que sufren los que acaban de salir de un túnel; el de su propia oscuridad. No diré falsamente que comprendo al Rey, pero lo acepto: el genio está por sobre la grisácea"vida" de quienes no saben "vivir" sino a través de los descalificativos. La mejor manera de fingir maestría es reprobar la vida de quien sí se atrevió desde el principio a mostrar una infinitiva creatividad producto de un equilibrio que nunca llega. Insisto: el equilibrio es de los inmóviles y el artista es un ser en constante desequilibrio que lo lleva al movimiento. La perpetua búsqueda del equilibrio lleva a la armonía y al enérgico despliegue explosivo de la danza siempre buscando los orígenes para avanzar--cosa que no entiende el apoltronado.
2. Todo mundo es inocente mientras no se demuestre lo contrario (cuando menos en países civilizados donde lajusticia no está corrupta). Clinton en sus escándalos fue encontrado culpable ¡¡un expresidente!! Si MJ hubiera sido culpable, no hubiera dinero qu elo hubiera salvado de la cárcel . De lo que no se pudo salvar fue del descrédito a los ojos de los timoratos envidiosos. Pero da igual: su filantropía es tan genuina como su ausencia de culpabilidad: semejante a un niño que sólo sabe jugar y no entiende de la cordura de nosotros, los madurísimos adultos.
3. Todos tenemos defectos. Pero el artista nos demuestra su desquiciamiento al buscar con perpetua ansiedad la perfección. MJ fue un ser que buscó siempre la perfección y aunque --como era de esperarse-- nunca la consiguió, nos deslumbra con una creatividad acotada con un perfeccionismo feroz, inegable, que sólo puedo decir que me atravesó el alma desde mi adolescencia como a toda una generación que se fue, vino, quedó y se fue otra vez. Lo declaro abiertamente: Tengo el privilegio de haber sido testigo de la luz así sea a la distancia de este feeling imparable, de una flama a flor de aire venciendo a la gravedad aquí en este lacerado planeta, de una voz imposible y que venciendo la barrera de los idiomas pudo (puede) recordarnos de qué estamos hechos, de un movimiento que con su difícil facilidad nos permite corroborar: Dios estuvo aquí. Y lloramos porque nos abandona.

1 comentario:

Josué Gutiérrez González dijo...

ay, Ramón, nunca me imaginé que MJ hubiera significado tanto en tu vida, siempre pensé que lo tuyo era Pedro Infante... un abrazo.

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