miércoles, febrero 03, 2021

Para ti no habrá sol, de Carlos Sánchez



Ramón I. Martínez 

El cielo tiene playas donde evitar la vida 

y hay cuerpos que no deben repetirse en la aurora 

Federico García Lorca 

 

Con este hermoso epígrafe se abre la más reciente del versátil escritor Carlos Sánchez (Hermosillo, Sonora, 1970) y puede ser la clave para entender el destino de la tribu yaqui, narrado desde la perspectiva de la niña que llega a joven, Sewa, narradora-personaje donde se incrustan otras voces, como su novio Nicanor, su abuelo Juan, su abuela Tula, y otros personajes de la historia testimoniada de una tribu que se resiste a morir, aferrada a su identidad, a su territorio, a su religión, a sus costumbres. Tal cual reza un fragmento del juramento yaqui: “En el puesto que has sido asignado, ahí te quedarás para la defensa de tu nación, de tu gente, de tu raza, de tus costumbres, de tu religión. Con estas palabras, los capitanes yaquis dan autoridad a los nuevos oficiales, quienes agachan sus cabezas y responden: ehui (Sí) 

Precisamente de las primeras palabras de dicho juramento, toma título esta novela “Para ti no habrá sol” en una clara clave de lectura de esta obra: El relato se torna en testimonio del cumplimiento del juramento desde tiempos inmemoriales de la resistencia heroica de la nación yaqui. El abuelo Juan rememora cómo su hermano Rufo fue abatido arteramente por las balas porfiristas y cómo nació en Hermosillo el barrio de la Matanza, porque se erigió ahí un matadero de ganado, cerca de la cárcel edificada en los últimos años por los yaquis esclavizados por el delito de ser yaquis. Sus mujeres se asentaron entonces en el barrio de la Matanza al pie del cerro de la Campana (al igual que la cárcel que hoy es museo del INAH) de cuya piedra se hizo el presidio donde los yaquis labraron su propia prisión a costa de sus propias vidas. La Matanza donde cada Cuaresma y Semana Mayor se hacen enramadas que ellos en su sincretismo llaman “Iglesias” y donde anualmente se renueva la identidad a través de las tradiciones y el baile de los Fariseos y los Pascolas. 

Sewa va a la primaria cuando niña y le entrega un papel estraza escrito con carbón donde le confiesa a su abuelo que ella quiere ser cantante de Semana Mayor. Éste se conmueve hasta las lágrimas y la abraza. Le dice que se lo dirá a las autoridades tradicionales para que lo tomen en cuenta. También le dice que él ya presentía que ella estaba reservada para grandes cosas. Y que quiere que así de bonito escriba la historia de la nación yaqui, que él le contará. 

Desde el principio de la novela se nos plantea la tragedia de Nicanor, estéril yaqui que desea hacer familia con Sewa. Y su pérdida marca a este personaje-narrador femenino tan bien construido por el autor. 

Sujata Bhatt, Shérdi y otros poemas, México, Círculo de Poesía, 2018


 

Ramón I. Martínez 

La poeta hindú Sujata Bhatt (Ahmedabad, 1956) inauguró con este libro la colección Círculo de Poesía, traducido por el equipo de la misma editorial. Asimismo, fue la primer poeta merecedora del Premio Internacional de Poesía Nuevo Siglo de Oro 2014, que a través del Encuentro Internacional de Poesía Ciudad de México, ofrece la lengua española a las literaturas del mundo. Vive en Alemania. 

El poema que nombra al volumen aparece en las primeras páginas. Vale la pena citarlo por extenso dada su riqueza de símbolos y reminiscencias de la infancia, llenas de una sensualidad que devendrán en el erotismo del acto de amar en la edad adulta. 

 

SHÉRDI 

 

La manera como aprendí 

 a comer caña de azúcar en Sanosra: 

 empleo mis dientes 

 pelando la cáscara, la dura chaal 

 a mordiscos arranco tiras 

 del blanco corazón fibroso 

 --chupando fuertemente con mis dientes, aprieto, 

 y el jugo se escurre. 

 

En las mañanas de enero 

 el granjero corta verdes, tiernas cañas de azúcar 

 y las lleva a nuestra puerta. 

 Por las tardes, cuando los adultos se han dormido 

 nos escapamos afuera llevándonos las largas, suaves varas. 

 El sol nos calienta, los perros bostezan, 

 los dientes se endurecen 

 y nuestras quijadas se entumen; 

 por horas chupamos el russ, el jugo pegajoso  

 derramado en las manos. 

 

Por eso esta noche 

 cuando me pides que use mis dientes 

 para chupar duro, muy duro, 

 siento que me huele tu pelo 

 a caña de azúcar 

 y me imagino que te gustaría ser 

 shérdi shérdi allá en los campos 

 las leves cañas se mecen 

 y abren un camino frente a nosotros. 

 

  (traducción de Mario Bojórquez) 

 

La poesía de Sujata Bhatt es la manifestación de un compromiso profundo con la interdisciplinareidad en cuanto contacto con otras artes y otras culturas. Por eso está vigente tanto para Oriente como para Occidente. Brahmanes y faraón, niñas y adultas, Frida Kahlo y Paula Becker, por sólo mencionar algunos personajes y mitologías diversas, se entrelazan en estas páginas. Esto le confiere rasgos de extrañeza y fascinación a través de sus versos pulidos, ligeros y sabios. En ellos se conjugan lo real y lo fantástico, atravesando maravillosamente fronteras entre ambos. Como en el siguiente fragmento del poema “Cruzando a pie el Puente de Brooklyn, julio de 1990” (p. 54): 

 

Cruzando a pie el Puente de Brooklyn  

una se siente alejada de todo  

como si planeara en un avión  

que vuela a poca altura.  

Abajo, en los dos sentidos, los carros  

pasan. Arriba, los cables  

de acero convergen, apretados.  

Los músculos en mis piernas se sienten  

agotados, expuestos. 

 

En este poema la nota roja es pretexto para la reflexión poética, donde no puedes esperar que la vida sea justa, ni siquiera con los niños o con el padre recién llegado de Montana que quería alimentar a su perro. 

El dios Pan es invocado junto con otros dioses, así como la supuesta impureza de la mujer menstruando. Nada escapa a la mirada acuciosa de Sujata Bhatt, considerada por muchos como la mejor poeta viva del mundo.