sábado, octubre 14, 2006

“Y si al final de la palabra”: Díada, de Ricardo Solís.

Al leer la poesía de Ricardo Solís (Navojoa, Sonora, 1970) me es fácil recordar aquellos célebres versos de César Vallejo: “y si al final de la palabra no persevera la palabra que más da/ de una vez que vengan los pájaros y se lo coman todo”. Porque al repasar sus ocho poemarios es posible encontrar cuando menos un hilo conductor: la constante lucha por establecer una reflexión metapoética en torno a la trascendencia de lo que se dice, de lo que se escribe, de la validez de este oficio imperioso (humilde) que es el de ser un poeta sin mayores pretensiones que serlo.
¿Qué es la forma artística sino una manera o intento de trascendencia? Un esfuerzo (siempre fallido) por vencer a la muerte. Como escribiera José Gorostiza en su monumental poema: “Mas la forma en sí misma no se cumple”. La forma poética, al estar ligada al lenguaje, necesariamente está ligada a la caducidad de éste. Diada,[i] el libro cuya aparición significa ante todo una dialéctica entre la forma (que aspira a perdurar) y la muerte.
De cualquier modo, en Ricardo Solís (poeta de sutiles matices) la conciencia literaria de esta paradoja que es la búsqueda de la trascendencia a través de la forma poética no da lugar al pesimismo estéril. Más bien, le permite el fértil pesimismo que tiende a la ironía como conciencia de la paradoja.
En su ensayo Definiciones de territorios: lo cómico, expone Italo Calvino los motivos por los que utiliza la ironía y la sátira: mientras la última tiene como elementos centrales la burla y el moralismo –que implican un juicio de superioridad y una oposición por el objeto que repele–, la ironía desea destruir la univocidad de las representaciones y de los veredictos. Mientras la sátira implica una tesis, el convencimiento de poseer la verdad y la necesidad de ridiculizar lo que no se comparte, la ironía incluye al propio yo que ironiza, desea comprender al otro y tiende a destruir la egocéntrica visión que ofusca la reflexión crítica.[ii] Señala Pere Ballart:

(...) no es necesario darle muchas vueltas al asunto para comprender que la ironía es una modalidad del pensamiento y del arte que emerge sobre todo en época de desazón espiritual, en las que dar explicación a la realidad se convierte en un propósito condenado al fracaso (...) Desde una perspectiva intelectual, si algo caracteriza a nuestro tiempo es la pérdida del sentido unívoco de lo real: la complejidad de nuestro mundo, las contradicciones, a menudo cruentas, entre las palabras y los hechos, abonan el que la literatura, por su excepcional capacidad mimética con respecto a las demás artes, se haya hecho eco como ninguna otra de la alienación, la distorsión, el absurdo que asechan a diario al conjunto de los hombres.[iii]

“Algo habla/ desde el sucio milagro de la vida”. Este verso de Ricardo Solís nos muestra la ironía que es conciencia de la paradoja: la aparente contradicción que se resuelve en la conciliación de opuestos como en una armonía.
En el pulimento esmerado de la imagen, en la textura verbal del ritmo conceptual, en el intenso ir y venir del diálogo interno, Solís va acercándose a las realidades que le apasionan a través de la poesía como un modo especial de conocimiento, de sentir y responder a la realidad, en versos donde lo que finalmente prevalece es el multífono logos de la metáfora sobre el unívoco logos de la razón que guía a la mayoría de las personas. Ricardo nos presenta la imagen como un cuestionamiento de las vivencias, como una serie de posibilidades antes que certezas, como una manera de afrontar la posibilidad de que ya no sea posible, de superar (o vivir) la soledad y la miseria de saberse hecho de antemano tanto para el abismo como para el encuentro.

Mensaje

No mires lo que dejas en mi cuerpo.
No desoigas la lengua navegando tu nombre.
No sigas erguida en el centro de los gritos.
No dejes tu yacer de pan desnudo en el rumor de los ojos.
No permitas que el silencio se vuelva canción que desciende.
No creas esa fibra suspendida para el beso del viento.
No despojes de azúcar la palabra que circunda el velamen de la noche.
No limpies el pálido resabio de sangre que cubre las fotografías.
No rompas las calma donde naces como un fruto olvidado.
No olvides la luz de la impureza.
No escuches lo que escribo.
(p. 110)

Paradójico, conciliación de opuestos (dialéctica)de donde nace una nueva armonía, como el arco y la lira a los que refiere Heráclito y que retoma Paz en uno de sus más famoso libros. El título de Diada parece aludir a este tipo de dualidades fecundas. ¿Y qué es, si no, el interno diálogo con la otra voz que sostiene Ricardo, esa voz otra distinta a la voz del mundo utilitario y pragmático, es voz otra que parece ser la única salvación en un mundo donde toda proporción pretende desbocarse?

Oído

La voz
conserva su distancia

Deja
un ir de pájaros a las manos.
(p. 127)

Por otra parte el título Díada alude también a la bipartición formal de este poemario, el cual puede ser recorrido desde su “Lado ciego” (nombre de la primera mitad) hasta su “Como si” (nombre de la segunda mitad), dejándose envolver en la rara musicalidad de una palabra que se ilumina más en los signos que propone que en las certezas que evade. Signos claros de luz inclemente que no teme al amor, al olvido, a la muerte. “Lado ciego” de lo indecible que busca ser dicho, “Como si” realmente fuera posible otro destino para el poeta que la miseria y la soledad de iluminar desde los propios incendios.

[i] Ricardo Solís, Díada, Instituto Sonorense de Cultura, Hermosillo, 2003.
[ii] Para una distinción más detallada entre ironía y sátira, conviene leer a Elizabeth Sánchez Garay, Italo Calvino. Voluntad e ironía. Universidad Autónoma de Zacatecas-Fondo de Cultura Económica, México, 2000, pp. 59-95.
[iii] Pere Ballart, Eironeia. La figuración en el discurso irónico en el discurso literario moderno, Quaderns Crema, Barcelona, 1994, pp. 23-24.