martes, octubre 13, 2020

 


Matar: El verbo del asesino

Ramón I. Martínez

 

Ha aparecido la tercera edición de Matar. Crónicas desde el infierno, de Carlos Sánchez (Proceso, 2020). Su primera edición data de 2011, publicado por el Instituto Sonorense de Cultura, cuando un año antes ganara el Concurso del Libro Sonorense, precisamente en el género de crónica. El autor (Hermosillo, 1970) es periodista y escritor, cultiva varios géneros (dramaturgia, novela, cuento, crónica), imparte talleres literarios y de fotografía en correccionales y cárceles desde hace veinticinco años (labor docente heredada del poeta Abigael Bohórquez), y conoce las penitenciarías desde la infancia, cuando visitaba a los papás de sus amigos. Hoy visita a los hijos de sus amigos y no descarta que, en un futuro, a los nietos.

Las crónicas que nos ocupan, pertenecen a un género a caballo entre periodismo y literatura,  testimoniales relatos elaborados a partir de entrevistas de primera mano con los asesinos, donde se rescata el lenguaje del barrio, de la clase popular. No busca agradar a nadie sino ser un puente entre el lector y el asesino, tratando de mostrar las circunstancias y motivos que lo llevaron a tomar la decisión que le cambiaría la vida y a segar la del otro. No se trata de la parca nota roja escrita a partir de los partes policíacos donde el indiciado está condenado de antemano, sino de testimonios vívidos y pormenorizados donde se pueden oler las emociones, ver los casquillos o la daga o navaja, saborear la cerveza y el baile. Se desvaloriza el adagio que reza “muerto el perro se acabó la rabia”, pues muerto el asesino seguirán los asesinatos, pues perviven los motivos y las circunstancias que llevan a matar. No se justifica ni se hace apología del crimen, como sí parecen hacerlo quienes ensalzan y glorifican criminales, sino que se acerca al infierno que viven personas con preocupaciones parecidas a las nuestras (la familia, el sustento) orilladas por las circunstancias y el destino que los llevaron por la mala senda. Se ha protegido la identidad de los que dieron testimonio.

Infancia es destino. O dicho de otra manera (paradójica): Origen es destino. Carlos Sánchez, como ya apuntamos, conoció las cárceles siendo niño en solidaridad con sus amigos de la infancia visitando a los padres de estos, en el populoso barrio de Las Pilas, donde se encuentra la antigua prisión porfiriana de piedra que conoció a los ocho años, en la actualidad transformada en museo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). En los callejones y en la casa paterna se repartía el botín y se convivía con los asesinos. Pese a ello, el autor ha aprendido un oficio en las palabras que lo ha enriquecido y lo ha alejado del mal camino. Sigue de cualquier modo fiel a sus raíces, a los orígenes, a la solidaridad tribal, y de esta manera se ha configurado como voz de los que no tienen voz, de los marginales, de los nacidos para perder, de los oscuros y desposeídos.

 

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