sábado, septiembre 20, 2014

1994. Yo también me acuerdo...

Yo también me acuerdo que el barril de cerveza (uno de dos) no le servía la serpentina, de esos de hace veinte años que había que bombearles como si estuvieras inflando una llanta de una bicicleta (con una de esas bombas viejitas que creo ya ni se usan).
1994. Era la fiesta de bienvenida para los que éramos de nuevo ingreso. Por cortesía del Departamento de Letras y Lingüística de la UNISON (¿o del jefe de departamento?). Era el segundo día de clases, que en aquel entonces eran en la tarde, no como ahora que son del turno matutino. En el foro que está en los jardines centrales varios amables compañeros de tercer semestre, como Nina Mier o Josué Gutiérrez o Karla Valenzuela dirigieron algunas palabras de protocolo (recuerdo que Karla habló atropelladamente y me llamó la atención su dificultad para respirar, seguramente por los nervios).
Después de esos discursos que han quedado en el bendito olvido, todos (o casi todos) nos dedicamos a beber. Ya no sé si lo de la serpentina que no servía era realmente que no servía o si era un mero pretexto para que acabáramos más rápido con el par de barriles de cerveza, pues vaso en mano hacíamos cola para el refill. De seguro por ahí andaba Rogelio Sifuentes, malograda mente que sucumbió no hace mucho, y siempre briago y marihuano. Éramos muy jóvenes (la mayoría) y estábamos ebrios de salud y de poesía, aunque tal vez no éramos del todo conscientes.
Relativamente rápido fue el consumo, ya no me acuerdo qué fue lo que ocurrió después. Si nos fuimos al departamento de Enrique a seguir la fiesta donde hubo música, una cosa así como baile en la semipenumbra, alcohol y algunas drogas blandas. O tal vez todo eso me lo invento o fue en otro día. O si en realidad me fui con el buen compañero Juan Diego González a recorrer tugurios en el centro (él me los presentó, yo ni en cuenta con esos antros de mala muerte), bebimos más cerveza y nos carcajeamos de una o de cualquier tontería, recorrimos las hermosas céntricas calles donde dado el momento di el costalazo gracias a un bendito bache en medio de la gloriosa lluvia. De ahí fuimos a dar a la casa que él rentaba en el cerro de la Campana, donde fuimos a dormir y seguramente también desayuné, pues en ese momento era yo un desempleado que andaba de chambita en chambita. Por elmomento.
Ojalá alguno de mis compañeros de la universidad recordara mejor que yo esa fiesta de bienvenida y se tomara la molestia de corregirme la plana. De cualquier manera, ésta es mi ficción autobiográfica. Gracias por leerme.

No hay comentarios.: