miércoles, abril 29, 2009

La duda fructífera

Una noche, por truculencias del azar me vi en la residencia del rector de una prestigiosa universidad norteamericana. Esa noche se habían dado cita allí numerosos escritores de fama mundial. Una de las figuras que más me aterrorizó fue la de Carlos Fuentes; aquel hombre no parecía un escritor, sino una máquina computadora; tenía una respuesta exacta y al parecer lúcida para cualquier problema o pregunta que se le planteara; lo único que había que hacer era apretar un botón. Los profesores norteamericanos proliferaban por allí en una forma alarmante y además, cada uno llevaba, como los enfermeros de un hospital, una gran chapa metálica pegada al pecho donde aparecían sus nombres y títulos.
Carlos Fuentes se expresaba en un inglés perfecto y parecía ser un hombre que no tuviera ningún tipo de dudas, ni siquiera metafísicas; era para mí lo más remoto a lo que podía compararse con un verdadero escritor. Aquel señor, elegantemente vestido, era una enciclopedia, aunque quizá un poco más gruesa. Muchos escritores de este tipo reciben grandes premios literarios, incluyendo hasta el Cervantes o el Nobel y pronuncian unas conferencias impecables.


Reinaldo Arenas, Antes que anochezca, Tusquets, 1992, p. 326.

No hay comentarios.: