Y aunque gracias a mi seres queridos tuve (y he tenido) muchas navidades llenas de cariño, nada ha podido evitar que mi corazón y mala entraña vuelvan una y otra vez sobre la misma asendereada memoria: Extraño a Josefina Barrios, la matriarca afectuosísima que mostraba orgullo por su primer bisnieto, que quisiera beber con ella.
"Pero el olvido que todo destruye"... aunque no todo lo destruye. He de aceptar las palabras de Borges (quien por cierto prefería la Milonga sobre el Tango): En realidad no recordamos un hecho, sino la última vez que lo recordamos.
Después de veintisiete años, por fin me atrevo a publicar algunas torpes palabras, éstas: Josefina, suplico la Gracia de tu generosidad, de trabajar para la familia con toda el alma hasta que no quede nada de mí. Besaré tu foto...
Ya sé que lo que digo es de lo más cursi e insoportable, y que tú me dirías con tu humildad y alegría inalterables: "Mijito ya cálmate, tómate una cheve". Creo que tienes razón, Josefina hermosa. Te pido un último favor: Bendícenos a quienes te recordaremos siempre.
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